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Mostrando entradas de marzo, 2014

De odiar a querer

¿Que sí te odio? Por supuesto que lo hago, a todas horas. Todo el día y la noche que no duermo. Te odio porque se que al levantarme no estarás, porque se que cuando coma no reprocharás que hable mientras lo hago. Me eres insoportable, como la ausencia misma de ti. Te aborrezco más por el hecho de que se que no me extrañas, que no pasas las noches delirando, que puedes soñar bien, sin despertar a cada rato envuelta en miedo y melancolía.  Te odio porque no podría quererte de otra manera, y también por que no puedo olvidarte.  Tu ausencia me esta masacrando. Y te detesto porque se que te pertenezco.  Mis besos, mi primer pensamiento al alba, el insomnio de mis noches y la falta de color de mis días, todo es tuyo, todo eres tu.  Te odio, te aborrezco, te vomito, te repudio y te necesito. 

Mañana...

Despiertas, con las lágrimas secas en tus ojos, con la boca deshidratada y rasguños en los brazos. Te das cuenta que anoche sollozaste, y buscas   algo de que aferrarte para no hacerlo de nuevo. No hay nada.   Estás solo, en tu cuarto, en tu departamento, sin ganas de vivir la vida. Intentas levantarte, pero las sábanas te lo impiden, susurrando un “¿Para qué?”. Te quedas observando los rastros de la soledad, la almohada aún húmeda y la pared con marcas de golpes. Tus nudillos lastimados te dicen que la extrañas, así como tus ojos hinchados y tus labios rotos. Decides no ir al trabajo y quedarte todo el día en cama, saboreando la falta que te hace. El daño, ya irreparable, paraliza tu cuerpo, las ojeras se remarcan con la resequedad del llanto y tu piel desnuda arde con la ausencia. No valdría la pena, nada de esto, si no la quisieras. Si no te despertaras esperando que esté ahí, envuelta en la calidez del sueño y su olor a gardenias. No valdría la pena, de no saber q

Humana

Ahí estaba yo, sentado. Esperando a que pasara cualquier cosa, y pasó. Pasó ella,   paso a paso moviéndose junto con los rayos del sol, haciendo que las nubes se detuvieran a admirarla, silenciando a los ángeles al hablar y haciendo que las estrellas se escondan por vergüenza al ver su sonrisa. Pocas veces he entendido lo que es el amor, y sin embargo ahí estaba, enamorándome por docientaseisava vez, de algo supuestamente imposible, improbable, inaudible. Hasta este punto, yo no había sido mas que un motel de paso para las mujeres. Hasta este punto, tampoco me había pasado por la cabeza el tener un futuro con alguien. Hasta este punto, un exacto momento, de un día impar de un mes cualquiera, en el que el   viento soplo con sublime sutileza su perfume hacia mí.   No hablé, pues al parecer las palabras sobran para describir lo que se siente al mirar la perfección pasar. Me limite a observar, a aprenderme cada detalle, cada imperfección, cada gesto y cada movimiento que ella hací