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Mostrando entradas de abril, 2015

Solo quédate.

Tras un abrazo amargo y un adiós silencioso, el dio la vuelta. Caminó en silencio hasta su coche, donde una vez encerrado, arrancó pisando el acelerador a fondo. El motor reprochaba el esfuerzo al que estaba siendo sometido, las ventanas temblaban con el golpe sórdido del viento. Las bocinas sonaban con una melodía incomprensible, pero de alguna manera triste. Atrás de su berrinche a 150 kilómetros por hora, los cláxones de los demás autos pitaban furiosamente, iba por periférico, tratando de que algún imprevisto chocara contra el y así lo despojara del sonido doloroso que sus lagrimas hacían al resbalarse por el rostro.  Lloraba fuerte, tan fuerte que no podía escuchar ninguna otra cosa. Lloraba y no podía parar de hacerlo.  Se detuvo en una tienda, compro unos cigarros y un tequila; ignorando las miradas de los clientes, pagó. 247 pesos cerrados. Subió de nuevo a su coche y abrió la botella, le dio un trago grande, esperando que el ardor del destilado le quemara la garganta, para así

"Te quiero"

Uno aprende con el tiempo, que  los "te quiero" solo sirven para rellenar espacios vacíos. Espacios que poco a poco se han ido mermando, en los cuales el amor se escurre entre los agujeros del alma. Espacios que nunca se llenan, a los que nunca ha sido posible saciar de palabrerías amorosas y cursilerías sin sentido.  Uno aprende que, con el tiempo, todo se desgasta. Se resquebraja. Se termina por romper. Las incertidumbre idílica busca rellenarse a partir de seguridades verbales. Un "te quiero" es una promesa a corto plazo. Una promesa que se debe de renovar constantemente, porque expira segundos después de haberla dicho. Las letras se pierden en las grietas personales, el significado se disuelve en el vacío del estomago. Un "te quiero" puede durar una infinidad, pero no mas de 2 segundos. Por eso es importante decirlo a cada rato, por eso es importante darle un sentido de permanencia a esas palabras. Por eso, y simplemente por eso, te lo repito ochentais

Pensando en lo mucho que te quiero

La noche se me pasa entre el melifluo vaivén de los coches citadinos. El reloj junto a mi cama intenta compensar dos manecillas rotas moviendo su solitario segundero. Mis pies se congelan con el beso de las cobijas y mis labios pronuncian el ultimo aliento de un cigarro moribundo. Entre la oscuridad de la madrugada te imagino respirándole a mi pecho. Aquí, en la oscuridad pre-matinal de las 5 de la mañana, me gustaría que estuvieras; diciéndome lo mucho que te gusta que te quiera.