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Mostrando entradas de abril, 2011

Infinidad.

Me siento tan indefenso ante ti. No puedo ni siquiera contener algunos segundos el aliento por que llega tu nombre a quitarlo. Te extraño, desde antes de que te vayas. Desde antes de que me des el último beso. Ya te extraño desde el momento en que llegaste, porque sé que eventualmente te irás. Quisiera congelar el tiempo. Abrazarte y besarte cuantas veces permita la infinidad. Acariciarte durante la vida. Beber de tus ojos y dormir en tu boca. Quiero despertar con tus ósculos de miel, dormir ante el calor de tus manos, morir en la blancura de tus dientes y soñar entre los pétalos de tu pelo. Esa manera que tienes de mirarme me hace pensar que algún día podré plasmar este momento, exprimir mi sangre y morir para trasladarme al dibujo. Recuerdos y más recuerdos ¡No importan ahora! Estoy contigo. Deja que el mundo gire, que la vida se vaya y que los años se vuelvan eternos. Quédate conmigo. Bebe de mi saliva, pues yo viviré con la tuya; Eres la sangre de mi vampiro y la droga de mi adi

No tan loco como crees.

¿Que por qué mato? Simple: por placer. No necesito una razón, vivo para ver la sangre corriendo entre mis manos. El dulce grito de dolor que las personas sienten al caer ante mi encantadora obsesión, al ver cómo me empapo de su vida. Es hermoso, sublime. Un dulce espectáculo del cual nadie sale vivo. Ni siquiera tú. Justo esa desesperación que sienten las personas, el miedo en sus ojos. Sangre en las paredes¡Por eso vivo!.¡Oh, pero qué hermoso color que teñía las paredes de esa vieja cabaña! Tú me lo recuerdas. ¿Por qué no ríes? ¿A caso no es divertido? Te contaré. Fue un frio invierno. Yo era callado y dulce. Siempre sumiso. Mis amigos se aprovechaban de mí, ¡Esos bastardos! Siempre pidiéndome dinero, que les hiciera la tarea. ¿Qué más podía hacer? ¿Renegarles? Por supuesto que no, eran mis amigos. El punto es que era fin de año. Una cabaña y ellos ahí, borrachos. Con lo tanto que odio el alcohol. Yo miraba desde un sillón. Lejos, lejos de lo que ellos hacían, yo tenía un enorme od

Junkie

La luna, María, LSD y yo. Juntos en tanto el efecto llegue a su final. Ella, tan sublime y tan precisa. Sabe cuando morder, el justo momento en el que hay que gemir. Sabe todo y al mismo tiempo lo ignora. Ignora cuánto la idolatro, cuanto la puedo llegar a amar. Tanta carnalidad junta y tanta sincronización de cuerpos me ha hecho adicto a su espalda, a sus senos y a su ombligo. Sus piernas, siempre tan suaves y tan frías. Abiertas a cualquiera que quiera adentrarse en ellas. Besadas por muchos y alabadas por mí. Su sudor es mi veneno. Su saliva, mi nueva droga. Luna ilumina la casa abandonada. Abajo están los cuerpos de mis amigos. Arriba, sus mentes. Enviciadas con la sutil droga que los lleva hacia un viaje fatal. Silencioso. Flotante. Inhalando el polvo que los ángeles han dejado atrás. Ignorando que es lo que entra en sus estúpidas narices inexpertas. Tan llenos de idiotez y escapando hacia un mundo donde poco pueden comprender. No saben encontrarse, solo saben inhalar a lo bruto,