Junkie

La luna, María, LSD y yo. Juntos en tanto el efecto llegue a su final. Ella, tan sublime y tan precisa. Sabe cuando morder, el justo momento en el que hay que gemir. Sabe todo y al mismo tiempo lo ignora. Ignora cuánto la idolatro, cuanto la puedo llegar a amar. Tanta carnalidad junta y tanta sincronización de cuerpos me ha hecho adicto a su espalda, a sus senos y a su ombligo. Sus piernas, siempre tan suaves y tan frías. Abiertas a cualquiera que quiera adentrarse en ellas. Besadas por muchos y alabadas por mí. Su sudor es mi veneno. Su saliva, mi nueva droga.
Luna ilumina la casa abandonada. Abajo están los cuerpos de mis amigos. Arriba, sus mentes. Enviciadas con la sutil droga que los lleva hacia un viaje fatal. Silencioso. Flotante. Inhalando el polvo que los ángeles han dejado atrás. Ignorando que es lo que entra en sus estúpidas narices inexpertas. Tan llenos de idiotez y escapando hacia un mundo donde poco pueden comprender. No saben encontrarse, solo saben inhalar a lo bruto, riendo de todo. No saben que tan hermoso y profundo puede llegar a ser el bailar dentro de las manos de la droga, lo hacen por diversión. Hace tiempo deje la diversión atrás. Encontré significado en su blancura y su transparencia. Ella no mata, no duerme. Ella nos despierta del banal sueño al que llamamos vida. Por eso la adoro. Por eso disfruto cada momento que paso bajo su efecto, dejando que mi cuerpo haga lo que su instinto le dice.
Oh hermosa droga, soy adicto a tu dulce sabor de dioses, y a tu endulzante efecto de musa griega. Diosa de los dioses. Llévame contigo a donde quiera que vayas, me he declarado tu lacayo.
Allá abajo también están Irene, Brenda, Alondra y Casandra. Ofrecidas como festín para los estúpidos, la salvación de todos aquellos con el corazón roto. La salvación los que buscan estar cerca del éxtasis entre las piernas femeninas. Orgias y más orgias. Sexo puro. Unión de genitales. Espermas volando por doquier. Este es mi paraíso. Mi mundo. Mi mente.
Ellos festejando, y yo, filosofando sobre la verdad y la vida mientras Maria bailotea desnuda entre mis muslos. Moviéndose al ritmo que impone la luz de luna en esta noche de verano. Un ritmo sinfónico que sólo pocos podemos verlo. Admirarlo.
Más allá de lo que es la carne. Más allá de lo que es el mundo. Se canoniza una virgen ultrajada. Sabe cómo llevarte al cielo y como regresarte de él. Es un ángel y estoy a su merced. La puta de la puta.
Así pasan las horas. Corriendo como los pequeños átomos que somos dentro del espacio. Horas, minutos, días. Todo es tan relativo cuando sueñas despierto. Cuando dejas tu cuerpo y te inmiscuyes en un mundo de posibilidades etéreas. Ya no es fornicar. Dejamos hace ya tiempo el acto de unir sexos y movernos repetidamente. Estamos sobre el cielo, en un momento donde cualquier caricia se puede volver una explosión. Donde un simple beso se ha convertido en la adicción de este drogadicto. En el cual una mordida toma forma como la huella de una pasión gloriosa, precoz y aventurada.
De repente se calla. Siento como se empieza a mover, cual venado herido de muerte. Pero no es dolor lo que corre por sus labios. Siento su gemido atrancado en la garganta, estamos al borde del cielo en el infierno. Ella aprieta sus piernas, yo cierro los ojos. Poco a poco el líquido de los dioses sale de su vientre, escurre por sus piernas y gotea en el suelo, platinándose a la vista de la luna. Miro hacia el cielo, He tocado a dios.

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