De tiempos perdidos


Extraño tu mirada de centeno

en el techo de nuestro cuarto,

cuando el reloj marcaba las tres,

las cuatro

y las nueve.



Cuando el sol se escondía en tu ombligo

y yo lo buscaba;

Cuando el reloj marcaba las tres,

las siete

Y las diez.



Extraño ese pequeño momento

donde me sentaba y bebía de ti;

Cuando el reloj marcaba las tres

las cinco

Y la una.



Cuando llorabas entre risas

y me mirabas

y me veias

a las tres

a las cuantro

y a las nueve.

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