Desayunando

Una mano masculina se suspendía en el aire del restaurante casi vacío. Tenía dos dedos arriba, en una cuasi satírica comparación con la señal de amor y paz. Si recorrías su brazo con la mirada, hasta llegar al cuello de aquel hombre de barba perfectamente rasurada, podrías notar la calidad de la seda en su ropa. "Garzón" exclamo el hombre, con un movimiento de labios que se asemejaba al de la palabra "amor". La mujer en frente de el lo miraba con disgusto. "Siempre tienes que gritar tan fuerte?" Reprocho ella. 
 "Si" contesto el hombre, sonriendo mientras mantenía la mano alzada. 

Del otro lado del restaurante, la única mujer que atendía las mesas rellenaba la taza de café de un vagabundo, que acudía al restaurante todas las mañanas. 

"Garzón"  volvió a gritar el hombre. "Carajo, cuánto tiempo tengo que esperar para que me den algo de comer" agrego. La mujer frente a el, lo seguía mirando con desprecio. "A veces me das asco, lo sabes?" Dijo ella.

"Pues ahí esta la pinche puerta" dijo el. "Garzón, carajo!" Volvió a gritar. 
Apurada, la mesera cruzo casi corriendo el establecimiento, sus zapatos incómodos cantaban monótonamente al caminar. Se acercó a la mesa y les ofreció el menú a la pareja. El hombre bajo la mano y sin ver el menú exclamo "quiero un omelette, y que sea rápido Garzón". "Garzón se les dice a los hombres" dijo la mesera sonriendo, mientras volteaba a ver a la mujer. "Usted desea algo señorita?" " un café para mi, por favor. Y disculpe los modales de mi marido" 

La mesera anoto en su libreta las órdenes "un omelette para un imbécil y un café para una interesada", recogió los menús, hizo volar su cabello castaño al dar la vuelta y se fue haciendo cantar sus tacones. 

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